El trastorno de pánico es una de las afecciones de ansiedad más comunes y, al mismo tiempo, una de las más desconcertantes para quienes lo padecen. Se caracteriza por la aparición repentina de episodios de miedo intenso, conocidos como ataques de pánico, que pueden manifestarse en cualquier momento y lugar, incluso sin una causa aparente. Estos episodios pueden ser aterradores, ya que a menudo se acompañan de síntomas físicos intensos que pueden hacer que la persona sienta que está sufriendo un ataque cardíaco o que está perdiendo el control.
El trastorno de pánico es una condición psicológica que forma parte de los trastornos de ansiedad. Las personas que lo padecen experimentan ataques de pánico recurrentes y repentinos. Estos ataques pueden durar desde unos minutos hasta más de media hora, y suelen estar acompañados de una sensación de miedo y malestar.
A pesar de que los ataques de pánico pueden ocurrir solo una vez en la vida de algunas personas, el trastorno de pánico implica la ocurrencia repetida de estos episodios, a menudo junto con un miedo constante a que ocurra otro ataque. Esta anticipación puede ser tan intensa que afecta la vida diaria, lo que lleva a conductas de evitación, como evitar lugares o situaciones donde el individuo teme que pueda sufrir otro ataque.
El trastorno de pánico presenta síntomas tanto físicos como emocionales. Entre los más comunes se incluyen:
Palpitaciones o ritmo cardíaco acelerado: Durante un ataque de pánico, el corazón puede latir de forma rápida e irregular.
Dificultad para respirar: Sensación de falta de aire.
Mareos o sensación de desmayo: Una percepción de inestabilidad o de estar fuera de control.
Sudoración excesiva: Sudoración en manos, rostro o cuerpo en general.
Sensación de irrealidad (despersonalización): La persona puede sentir que lo que está sucediendo no es real o que está desconectada de su cuerpo.
Miedo a morir o a perder el control: El temor intenso a un daño inminente o catástrofe.
Temblores o escalofríos.
Dolor en el pecho: Similar a lo que se experimenta en un ataque cardíaco, lo que agrava el pánico.
Estos síntomas pueden variar en intensidad y duración, pero en general tienden a desaparecer después de unos minutos, aunque el miedo a que regresen persiste.
El trastorno de pánico es altamente tratable, y existen varias formas de terapia psicológica y médica para ayudar a las personas a superarlo.
Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Esta es la forma más eficaz de tratamiento para el trastorno de pánico.
La TCC se enfoca en ayudar a la persona a identificar los pensamientos y creencias que alimentan el miedo y el pánico, y a reemplazarlos con patrones de pensamiento más realistas y saludables. También incluye técnicas de exposición, donde el paciente se enfrenta gradualmente a las sensaciones corporales o situaciones que teme, aprendiendo que son inofensivas.
Terapia de exposición: En conjunto con la TCC, la exposición controlada a los síntomas físicos del pánico (como el aumento del ritmo cardíaco o la dificultad para respirar) ayuda a desensibilizar a la persona y reducir el miedo a experimentar estos síntomas.
Tratamiento farmacológico: En algunos casos, los médicos pueden prescribir antidepresivos (como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, ISRS) o benzodiacepinas a corto plazo. Sin embargo, se recomienda que estos tratamientos farmacológicos se utilicen junto con la psicoterapia.
Además del tratamiento profesional, hay varias estrategias y consejos que las personas pueden seguir para reducir la frecuencia y la intensidad de los ataques de pánico:
Ejercicios de respiración profunda: Practicar técnicas de respiración lenta y profunda puede ayudar a controlar la hiperventilación y reducir los síntomas del pánico.
Relajación muscular progresiva: Esta técnica consiste en tensar y relajar distintos grupos musculares para reducir la tensión y el estrés.
Mantener una rutina de ejercicio regular: El ejercicio físico ayuda a reducir los niveles de estrés y ansiedad, lo que puede disminuir la probabilidad de ataques de pánico.
Evitar la cafeína y otros estimulantes: La cafeína puede aumentar la ansiedad y provocar sensaciones físicas que desencadenen ataques de pánico.
Aprender a gestionar el estrés: Estrategias como la meditación, el mindfulness y la planificación efectiva del tiempo pueden ayudar a reducir la ansiedad general.
Buscar apoyo social: Hablar con amigos, familiares o un grupo de apoyo sobre los sentimientos y experiencias puede aliviar el miedo y el aislamiento.
El trastorno de pánico puede ser debilitante, pero con la intervención adecuada, la mayoría de las personas pueden llevar una vida plena y satisfactoria. La terapia cognitivo-conductual, las estrategias de afrontamiento y, en algunos casos, la medicación pueden ayudar a reducir significativamente los síntomas y mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen. Si sientes que podrías estar sufriendo ataques de pánico, buscar ayuda profesional es el primer paso hacia la recuperación.
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