El 28 de abril de 2025, España vivió el apagón eléctrico más grave de su historia reciente. Millones de personas quedaron sin luz, sin internet, sin medios de transporte y, en muchos casos, sin posibilidad de comunicarse. Aunque el suministro se restableció a lo largo del mismo día, la experiencia dejó una huella importante, no solo en la vida cotidiana, sino también en la esfera emocional.
En situaciones como ésta, nuestra mente se enfrenta a un desafío: la pérdida de control.
Reacciones psicológicas comunes ante una crisis repentina
Cuando nos enfrentamos a un evento inesperado y disruptivo como un apagón masivo, el cerebro activa automáticamente su "modo supervivencia". Se trata de una reacción automática, primitiva, cuyo objetivo es mantenernos a salvo.
Entre las reacciones más habituales podemos encontrar:
Ansiedad intensa: preocupación por la falta de información, la seguridad propia y la de los seres queridos.
Miedo: sensación de amenaza o peligro inminente.
Estrés: tensión física y mental ante la incertidumbre.
Sensación de vulnerabilidad: sentirnos expuestos o desprotegidos.
Frustración y enfado: especialmente si el evento interfiere en nuestras actividades diarias o nos deja aislados.
Estos estados son naturales. Forman parte de los mecanismos de defensa que la evolución nos ha proporcionado. Sin embargo, si no aprendemos a gestionarlos adecuadamente, pueden afectar nuestro bienestar emocional a medio y largo plazo.
Desde un punto de vista psicológico, gran parte del malestar que sentimos en estas situaciones proviene de la incertidumbre y la pérdida de control.
El cerebro humano está programado para buscar patrones, rutinas y estabilidad. Cuando de repente nos encontramos sin información fiable, sin herramientas habituales (como el teléfono o internet) y sin un horizonte claro de resolución, se activa el sistema de alerta. Esto eleva el cortisol (la hormona del estrés) y pone a nuestro organismo en estado de vigilancia constante.
No es tanto la falta de luz lo que genera ansiedad, sino la sensación de "no saber" qué está pasando ni cuándo acabará.
Aunque no siempre podamos controlar lo que ocurre en el exterior, sí podemos aprender a controlar nuestra respuesta emocional. Algunas pautas que ayudan son:
Permítete sentir miedo, frustración o angustia. Negar las emociones solo las intensifica. Reconocerlas es el primer paso para gestionarlas.
Cuando la mente se llena de pensamientos catastrofistas, practicar la atención plena (mindfulness) o ejercicios de respiración profunda puede ayudarte a centrarte en el único momento que realmente puedes gestionar: el ahora.
Incluso en medio del caos, organizar actividades simples (ordenar un espacio, leer, escribir) devuelve a tu cerebro la sensación de control.
Buscar apoyo en otras personas (incluso sin tecnología: vecinos, familiares, compañeros) reduce la sensación de aislamiento y ayuda a regular el estrés.
En situaciones de crisis, sobreinformarse puede ser tan perjudicial como no saber nada. Limita el consumo de noticias a fuentes fiables y evita la exposición continua a rumores o especulaciones.
El apagón del 28 de abril no solo puso a prueba nuestras infraestructuras eléctricas. También puso de manifiesto la importancia de cuidar nuestra salud mental en momentos de crisis.
Saber gestionar nuestras emociones ante la incertidumbre es una habilidad esencial, no solo para sobrevivir a un apagón, sino para afrontar cualquier reto inesperado que la vida nos presente.
Si quieres aprender más estrategias para fortalecer tu mente ante situaciones de crisis, te invito a seguir explorando los recursos de nuestro Instituto. Conéctate a nuestras Redes Sociales.
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